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jueves, 12 de septiembre de 2013

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LA DEUDA SOCIAL ¿DE QUIENES Y CON QUIENES?

El tema de hoy: la deuda social, ¿de quiénes y con quiénes?


LA FRASE DE HOY
“Quien pierde su tiempo, pierde la vida.  Las horas idas no vuelven jamás”. (José Luis Almada)

CUADRO DE HONOR
Le corresponde a los nueve egresados de la prestigiosa universidad INTEC, Instituto Tecnológico de Santo Domingo, quienes obtuvieron el primer lugar en la Competencia Estudiantil del Consorcio de Instituciones de Ingienería en América Latina y el Caribe, con la presentación de su trabajo de investigación demostrando la factibilidad del uso de residuos plásticos ABS como agregados para la fabricación de bloques de hormigón, al cumplir con todos los parámetros de calidad y seguridad. Estos plásticos se emplean en la fabricación de aparatos electrónicos y piezas de vehículos.  Arleen Nina, Benito Morantín, Emmanuel García, Melissa Martínez, Alvin Olivo, Irving Féliz, Iyeisys Escobores, Fannelly Ortíz y Ariesp Mejía, todos egresados de la carrera de Ingeniero Civil, sus Asesores José Toirac y Tulio Rodriguez e Industrias Aguayo que facilitó sus instalaciones para las pruebas, son copartícipes de este meritorio reconocimiento que puso en alto el nombre del país y de INTEC en este importante  y concurrido evento científico internacional.



LA DEUDA SOCIAL
¿DE QUIENES Y CON QUIENES?

Preocupante la situación que se ha creado en los hospitales públicos desde que el Gobierno dispuso la eliminación total del cobro de la llamada cuota de recuperación a los pacientes que acuden a los mismos.  Saludada con inmediato entusiasmo,  consecuencia casi automática  ha sido una avalancha de personas buscando asistencia gratuita para procedimientos complejos, en algunos casos muy costosos y en otros mucho menos.  Se informa que no pocos de los que reclaman el servicio están afiliados a la Seguridad Social, pero esconden sus respectivos carnés para evadir el llamado copago, que es la diferencia que cubre el asegurado por determinadas pruebas para completar la diferencia entre la tarifa que establece el sistema y el monto de la prueba o servicio de que se trate.

¿Hasta qué punto se justifica esta medida con el carácter general y absoluto que se ha dispuesto?  ¿Hasta qué extremo incrementa los costos operativos de los hospitales públicos, casi siempre confrontando limitaciones presupuestarias?  ¿Puede afrontar esta nueva erogación el presupuesto nacional, que soporta elevadas cargas sociales, exenciones y subsidios hasta un nivel que obligó al propio Presidente Danilo Medina en días recientes a admitir que ya no da para más? Y, lo más importante…¿cuántos en realidad por ser verdaderamente pobres califican para entrar por esa puerta abierta a todo lo ancho de la generosidad oficial y cuántos oportunistas en cambio, pasan a convertirse en afortunados beneficiarios de la misma sin pertenecer a esa clasificación?

Obviamente se puede considerar la disposición gubernamental como parte del pago de la llamada “deuda social”.  Esta, ciertamente, existe y comprende a una buena parte de la población.  Ahora bien, cabe preguntar ¿de quiénes es esa deuda y con quiénes?

En varias ocasiones, el finado Miguel Cocco, cuyo nombre figura como ejemplo en el grupo de los funcionarios que a su paso por la Administración Pública dejaron impresa la huella imborrable de su honestidad, proclamó que “la corrupción era la principal causa de la pobreza en nuestro país”.  Hay opiniones coincidentes de mucho peso..  Y quizás no en su totalidad, pero no cabe duda que los inmensos recursos sustraídos por la corrupción por diversas vías: robo descarado de los fondos públicos, cobro de jugosas comisiones en préstamos y concesiones onerosas, sobornos, extorsión validos del cargo público, tráfico de influencias, contrabando y todas las demás diversas formas ilícitas han drenado tanto la vaca pródiga del presupuesto como la economía en general.  El resultado ha sido la acumulación de grandes fortunas y como contrapartida, el abultamiento de los bolsones de pobreza.

Pero no todos los pobres que se dicen pobres lo son tanto.   Muchos de los llamados trabajadores informales que por lo general ganan bastante más que los formales, obtienen ingresos que les permiten vivir con razonable decoro y hasta cierto nivel de comodidad, salvo aquellos que dispendian buena parte de los que ganan en juego, drogas y bebida.  Basta pensar en la gran cantidad de bancas de apuestas, adonde no van los ricos porque estos son visitas de los casinos de lujo, de las numerosas loterías y máquinas tragamonedas así como en la proliferación de colmadones donde se consumen bebidas alcohólicas, prostíbulos y cabarés en los que muchos dejan gran parte de sus ganancias en perjuicio  del presupuesto familiar.  No son pobres realmente, sino que se empobrecen ellos mismos.

Por otro lado, no son los corruptos, grandes responsables de la pobreza, los que gozando de cuestionable pero en su caso saludable impunidad, están pagando “la deuda social” que ellos mismos han contribuido a crear.  Es, lamentablemente, la clase media la que paga.  La de quienes a través de su esfuerzo, su dedicación, su espíritu de superación y su trabajo, haciendo a veces grandes sacrificios, logran ir subiendo tramo a tramo la escalera social y sobre cuyos hombros, paradójicamente, pesa cada vez más esa carga  en forma de gravosos impuestos imponiéndola a pagar una deuda que no generó y de la que no es responsable.

En nuestro país sigue arraigada la cultura del “dao” y la falta de responsabilidad personal,  la de que el gobierno tiene que resolverme los problemas sin que yo haga el menor esfuerzo por mejorar mi situación ni asuma los compromisos que yo mismo me he creado como es el de la paternidad irresponsable por poner un caso.   Hay que acabar con esa mentalidad. Justificarla no pasa de ser populismo oportunista. Tenemos que hacer, el gobierno tiene que hacer que los planes de ayuda social lleguen solo a los que realmente lo requieren, excluyendo a los que han hecho de su alegada pobreza una profesión lucrativa.

En el caso de la cuota de recuperación, más apropiado sería individualizar cada caso y que cada quien que pueda pagar aunque sea algo, lo haga, exonerando solo a quienes realmente no pueden hacerlo.  Es lo justo, lo sensato y lo realmente necesario.   Para estimular el sentido de responsabilidad,   la real valoración del beneficio subsidiado que se otorga.  Y para evitar que llegue un momento en que a la pródiga pero sobrecargada vaca del presupuesto se le agoten las ubres y no de más leche.  O para decirlo en las palabras empleadas por el Presidente Medina: no quede un solo chele ni para clavar un clavo.


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