El tema de hoy: la deuda social, ¿de
quiénes y con quiénes?
LA
FRASE DE HOY
“Quien pierde su tiempo, pierde la
vida. Las horas idas no vuelven jamás”.
(José Luis Almada)
CUADRO
DE HONOR
Le corresponde a los nueve egresados de la prestigiosa universidad
INTEC, Instituto Tecnológico de Santo Domingo, quienes obtuvieron el
primer lugar en la Competencia Estudiantil del Consorcio de Instituciones de
Ingienería en América Latina y el Caribe, con la presentación de su trabajo de
investigación demostrando la factibilidad del uso de residuos plásticos ABS
como agregados para la fabricación de bloques de hormigón, al cumplir con todos
los parámetros de calidad y seguridad. Estos plásticos se emplean en la
fabricación de aparatos electrónicos y piezas de vehículos. Arleen Nina, Benito Morantín, Emmanuel
García, Melissa Martínez, Alvin Olivo, Irving Féliz, Iyeisys Escobores,
Fannelly Ortíz y Ariesp Mejía, todos egresados de la carrera de Ingeniero Civil,
sus Asesores José Toirac y Tulio Rodriguez e Industrias Aguayo que facilitó sus
instalaciones para las pruebas, son copartícipes de este meritorio
reconocimiento que puso en alto el nombre del país y de INTEC en este
importante y concurrido evento científico
internacional.
LA
DEUDA SOCIAL
¿DE
QUIENES Y CON QUIENES?
Preocupante la situación que se ha creado en los hospitales
públicos desde que el Gobierno dispuso la eliminación total del cobro de la llamada
cuota de recuperación a los pacientes que acuden a los mismos. Saludada con inmediato entusiasmo, consecuencia casi automática ha sido una avalancha de personas buscando
asistencia gratuita para procedimientos complejos, en algunos casos muy costosos
y en otros mucho menos. Se informa que
no pocos de los que reclaman el servicio están afiliados a la Seguridad Social,
pero esconden sus respectivos carnés para evadir el llamado copago, que es la
diferencia que cubre el asegurado por determinadas pruebas para completar la
diferencia entre la tarifa que establece el sistema y el monto de la prueba o
servicio de que se trate.
¿Hasta qué punto se justifica esta medida con el carácter general
y absoluto que se ha dispuesto? ¿Hasta
qué extremo incrementa los costos operativos de los hospitales públicos, casi
siempre confrontando limitaciones presupuestarias? ¿Puede afrontar esta nueva erogación el
presupuesto nacional, que soporta elevadas cargas sociales, exenciones y
subsidios hasta un nivel que obligó al propio Presidente Danilo Medina en días
recientes a admitir que ya no da para más? Y, lo más importante…¿cuántos en
realidad por ser verdaderamente pobres califican para entrar por esa puerta
abierta a todo lo ancho de la generosidad oficial y cuántos oportunistas en
cambio, pasan a convertirse en afortunados beneficiarios de la misma sin
pertenecer a esa clasificación?
Obviamente se puede considerar la disposición gubernamental como
parte del pago de la llamada “deuda social”.
Esta, ciertamente, existe y comprende a una buena parte de la
población. Ahora bien, cabe preguntar
¿de quiénes es esa deuda y con quiénes?
En varias ocasiones, el finado Miguel Cocco, cuyo nombre figura
como ejemplo en el grupo de los funcionarios que a su paso por la Administración
Pública dejaron impresa la huella imborrable de su honestidad, proclamó que “la
corrupción era la principal causa de la pobreza en nuestro país”. Hay opiniones coincidentes de mucho peso.. Y quizás no en su totalidad, pero no cabe
duda que los inmensos recursos sustraídos por la corrupción por diversas vías:
robo descarado de los fondos públicos, cobro de jugosas comisiones en préstamos
y concesiones onerosas, sobornos, extorsión validos del cargo público, tráfico
de influencias, contrabando y todas las demás diversas formas ilícitas han
drenado tanto la vaca pródiga del presupuesto como la economía en general. El resultado ha sido la acumulación de
grandes fortunas y como contrapartida, el abultamiento de los bolsones de
pobreza.
Pero no todos los pobres que se dicen pobres lo son tanto. Muchos de los llamados trabajadores
informales que por lo general ganan bastante más que los formales, obtienen
ingresos que les permiten vivir con razonable decoro y hasta cierto nivel de
comodidad, salvo aquellos que dispendian buena parte de los que ganan en juego,
drogas y bebida. Basta pensar en la gran
cantidad de bancas de apuestas, adonde no van los ricos porque estos son
visitas de los casinos de lujo, de las numerosas loterías y máquinas
tragamonedas así como en la proliferación de colmadones donde se consumen
bebidas alcohólicas, prostíbulos y cabarés en los que muchos dejan gran parte
de sus ganancias en perjuicio del
presupuesto familiar. No son pobres
realmente, sino que se empobrecen ellos mismos.
Por otro lado, no son los corruptos, grandes responsables de la
pobreza, los que gozando de cuestionable pero en su caso saludable impunidad,
están pagando “la deuda social” que ellos mismos han contribuido a crear. Es, lamentablemente, la clase media la que
paga. La de quienes a través de su
esfuerzo, su dedicación, su espíritu de superación y su trabajo, haciendo a
veces grandes sacrificios, logran ir subiendo tramo a tramo la escalera social
y sobre cuyos hombros, paradójicamente, pesa cada vez más esa carga en forma de gravosos impuestos imponiéndola a
pagar una deuda que no generó y de la que no es responsable.
En nuestro país sigue arraigada la cultura del “dao” y la falta de
responsabilidad personal, la de que el gobierno
tiene que resolverme los problemas sin que yo haga el menor esfuerzo por
mejorar mi situación ni asuma los compromisos que yo mismo me he creado como es
el de la paternidad irresponsable por poner un caso. Hay que acabar con esa mentalidad.
Justificarla no pasa de ser populismo oportunista. Tenemos que hacer, el
gobierno tiene que hacer que los planes de ayuda social lleguen solo a los que
realmente lo requieren, excluyendo a los que han hecho de su alegada pobreza
una profesión lucrativa.
En el caso de la cuota de recuperación, más apropiado sería
individualizar cada caso y que cada quien que pueda pagar aunque sea algo, lo
haga, exonerando solo a quienes realmente no pueden hacerlo. Es lo justo, lo sensato y lo realmente
necesario. Para estimular el sentido de
responsabilidad, la real valoración del beneficio subsidiado
que se otorga. Y para evitar que llegue
un momento en que a la pródiga pero sobrecargada vaca del presupuesto se le
agoten las ubres y no de más leche. O
para decirlo en las palabras empleadas por el Presidente Medina: no quede un
solo chele ni para clavar un clavo.
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