EL TIRO RAPIDO
Mario Rivadulla
Los evangélicos han comenzado el nuevo año a todo vapor. Ayer llenaron a plenitud el estadio olímpico Félix Sánchez, evidenciando una enorme capacidad de convocatoria para celebrar la cincuentenaria versión de la Concentración Nacional Evangélica bajo el sugestivo nombre de "La batalla por la fe".
A la zaga del Catolicismo que continúa siendo la religión predominante entre los dominicanos pero en proceso de continuo crecimiento, el evento contó en sus inicios con la visita del Presidente Danilo Medina.
Primera vez que un mandatario dominicano acude a una concentración de esta naturaleza, el Presidente Medina contrastó el carácter espontáneo de la misma motivado por la fe de los asistentes, con el de un mitin político de las mismas dimensiones que según expresó hubiese costado no menos de cincuenta millones de pesos.
El carácter casi incendiario de la intervención del pastor Ezequiel Molina corrió parejo con el estricto código moral del credo evangélico. No hubo prácticamente ningún aspecto cuestionable de la vida nacional que escapara al rigor de su verbo.
Desde el conflictivo tema del aborto, que según afirmó provoca cada año en el mundo el asesinato en el vientre de las madres de 46 millones de criaturas en gestación hasta el de los feminicidios, que en el país ha costado la vida de más de seiscientas mujeres a manos de sus parejas o ex parejas en los últimos cinco años.
No pasó por alto tampoco la ocasión de fustigar a la Iglesia Católica al hacer referencia a los abusos sexuales contra menores por parte de hombres que se dicen representar a Dios y que no pueden ser llevados a los tribunales debido a un concordato que calificó de "rancio", refiriéndose al tratado vigente entre el Estado Vaticano y la República Dominicana.
Molina condenó con acidez la complicidad de autoridades civiles y uniformadas con la delincuencia así como la corrupción y la impunidad que la arropa. Pero más quemante resultó su flamígero discurso cuando se refirió al narcotráfico y el consumo de drogas y su creciente penetración en todos los estamentos sociales y de mando, incluyendo según palabras textuales desde el Congreso hasta los partidos políticos sin dejar fuera el comercio y los deportes.
No fueron, sin embargo, los que recibieron el mayor castigo verbal por parte del dirigente evangélico. Este cuestionable honor le correspondió a la justicia a la que calificó de "ciega, sorda, muda y minusválida".
Si ciertamente puede reprochársele que se le fue un tanto la mano al generalizar mezclando en el mismo guiso a fiscales y jueces honestos y capaces con otros que no son ni lo uno ni lo otro, no puede negarse ?y menos la propia Administración de Justicia- que sus palabras reflejan una percepción negativa cada vez más extendida de su desempeño que la va tornando en igual medida cada vez menos digna de confianza.
Esa creciente visión de la Justicia en nuestro país ha sido reflejada en números porcentuales en más de una encuesta en que el tema ha sido sometido a medición, evidenciando que al menos tres de cada cuatro ciudadanos desconfían y tienen una pésima impresión de la misma.
Por lo demás, aún cuando discrepando de las posiciones en extremo radicales asumidas por el pastor Molina sobre algunos temas enfocados con criterio excesivamente dogmático y de sus reiterados ataques a la Iglesia Católica,en su visión de la realidad nacional hay mucho de verdad que al margen de consideraciones y militancias religiosas obliga a profunda reflexión y sobre todo, a urgentes rectificaciones.
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