Los pesarosos forman parte de un "club" con
una amplia membresía que en vez de exponerse a la luz prefieren seguir de
brazos cruzados en la fosa de la indiferencia. Estar en esa fosa solo da lugar
a contribuir a que el día sea más
nublado y la noche más oscura.
A la par, pero no "reburujados", están los positivos que confían en que cada día
será esplendoroso, repleto de paz y alegría, convencidos además de que no tienen
que temer porque siempre saldrán con el pie derecho.
Los primeros, los pesarosos, siempre tropiezan con
una piedra. Se quejan si llueve y si el día está soleado. Ponen a cien años luz
la posibilidad de conseguir trabajo o de echar adelante cualquier iniciativa
debido a que el esfuerzo que hacen para lograrlo es del tamaño de un grano de
mostaza.
Las personas positivas tienen su fe mil por mil.
Si es religiosa, se aferra a Jesucristo que
todo lo puede y están convencidas de que tarde o temprano sus deseos serán
realidad. No se quedan de brazos cruzados, no. Luchan para lograrlo.
Los individuos negativos no pasan de la falda de
la montaña. Quieren llegar a la cima pero no hacen el mínimo esfuerzo para
conseguir ese anhelo. Más bien son cobardes. En vez de afrontar la situación,
rehúyen como ratas cuando ven un gato de “cuatro" patas.
Los hombres positivos cuando salen en la mañana y
se encuentra con vecinos, allegados, personas de su centro de trabajo o del
área a la que se dediquen ofrecen gratuitamente un saludo acompañado de una
leve sonrisa.
El saludo es un gesto de cortesía y una manera de
desear bienestar. Tiene la particularidad de que se puede decir a cualquiera
hora del día y la noche. Es una de las palabras enseñadas por nuestros padres y
que remachan los profesores en las escuelas. La leve sonrisa indica que el
saludo se ofrece con agrado.
Los pesarosos te ven y "no te “ven”. No te
saludan porque "no te ven". Las demás personas les pueden parecer
indiferentes si no son de su clan y cuando les saludan, suelen quedarse callados.
Esa actitud de los negativos provoca que los
positivos les deseen todas las bendiciones y que sus corazones se abran a los
demás, conscientes de que en la viña del señor tiene que haber de todo.
Los positivos piensan que el sol sale para todos,
no así los pesarosos. Los primeros no codician las bonanzas de los demás. Los
segundos usualmente desean que el que
tiene algo se hunda y se lo lleve el mismísimo
demonio.
Los negativos esperan que la situación mejore,
pero se mantiene de brazos cruzados en lugar de contribuir con esa mejoría. Y si se produce un desorden o una situación de tensión, atizan en lugar de ayudar a que se diluya.
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