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lunes, 4 de noviembre de 2013

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“La loca del Café Sublime...”

La lengua es el vector fundamental de la cultura. La lengua no es estática, se mueve, adquiere perfiles idiomáticos, se nutre, asume el uso consuetudinario de los vocablos. 

La lengua vive y serpentea en las formaciones humanas y sociales de los pueblos, de lo contrario se convierte en jerga muerta. 

El poeta griego, Odiseas Elitis, Premio Nobel de Literatura, dijo que la lengua se la habían dado griega. 

A nosotros nos la dieron castellana. El novelista nicaragüense, Sergio Ramírez, en una ponencia sobre la lengua española, durante el recién celebrado Congreso de la Lengua en Panamá, de la Academias, valoró el idioma en sus raíces y en sus proyecciones, en sus modalidades. 

Nos comunicamos a través de la palabra. Somos palabras porque somos memoria. Imaginamos y articulamos. Sin el verbo no existimos. Primero fue el verbo fundacional. 

¿Quién niega que la creación del mundo no fuera una ceremonia poética? En su diversidad, en sus características, en sus peculiaridades, en sus plurales formas de hablar y escribir, la lengua es magia, el salto cualitativo que nos forjó el trabajo y la conciencia.
Le lengua nuestra, la que recorre los más vastos territorios, penetra, se introduce y burla las barreras y los muros de contención, la que entonan los trabajadores que emigran, la  que sigue hablando Puerto Rico, la que enalteció Darío, la más hermosa y vital, de mayores significados, la lengua española, en la que luchamos, vivimos, nos enamoramos, y nos echamos a andar por el mundo global. 
En esa lengua transitan episodios y experiencias sociales, pórticos humanos, esencias y utopías. El mundo entero se fundó en la utopía, y desde ella diseñamos, nos mostramos inconformes, rehacemos la vida,  curamos las heridas, nos levantamos y seguimos proclamando en la lengua, que nos la dieron castellana, la posibilidad  de cambiar la vida y refundar la sociedad.
La poesía viene en rieles, como los trenes que  circulan plenos de gentes que sueñan y aman, que urden planes, que conciben la traslación de sus proyectos, de sus mudanzas temporales. 
La poesía viene montada en crisoles, en luz indudable de creación infinita. 

Nadie puede vivir sin ella. Hasta los seres más lerdos  buscan su abecedario de imágenes y tropos, para entrar fugazmente al reino del amor. El martes cinco de noviembre, en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, ahora moldeada y más bella, sobre un pináculo de árboles y mármol, pondremos en circulación la obra poética, “La loca del Café Sublime, versos y aforismos de un poeta dos siglos”. 
Un texto poético que constituye un ejercicio de síntesis, poemas breves de una densidad conceptual y de una movilidad social que trasciende los tiempos datados. Poesía vibrante que irá acompañada de varios juglares, en una noche que pretendemos de maravillas y de goces íntimos.  
¿Quién dijo que la vida es la miseria cotidiana, la ruindad del alma, los apegos a la rutina, la muerte de toda ensoñación? Mientras el alma palpite, se mueva, alcance satisfacciones estéticas, y la lengua española siga manando la fuerza telúrica de sus mejores cantores, no tenemos derecho a fosilizarnos en la mediocridad oscura de las emociones primarias.
El próximo martes cinco de noviembre, a las ocho de la noche, en la Biblioteca Nacional, todos están invitados, para recibir “La loca del Café Sublime...”, poesía de este tiempo y todos los tiempos del buen gusto y del manejo diestro de la lengua, que nos la dieron española.

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