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lunes, 28 de marzo de 2011

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Del Soriano Que Conocí…

Por Juan Cruz Triffolio Sociólogo – Comunicador http://www.triffolio@gmail.com/

Conversar con el versátil y estelar pelotero Rafael Soriano es lograr conocer a un espontáneo y modesto dominicano a quien la fama y el dinero no han logrado arrancarle las variopintas vivencias consubstanciales a su empobrecida cuna.


Orgulloso como el que más, nunca deja de resaltar los encantos y la hospitalidad que tanto para el turista criollo como extranjero ofrece el fascinante y diminuto poblado de Boca Chica, donde afirma, a viva voz, tuvo el orgullo de crecer y desarrollarse.


De ese paradisiaco pueblo playero evoca con emoción sus años mozos, época en que si bien sufrió en carne propia las necesidades comunes entre los niños de las familias de limitados recursos económicos, a veces alimentados con el guarapo de la caña esparcida por el otrora ruidoso tren, también logró interiorizar la cartilla de valores positivos que caracterizaron a sus laboriosos progenitores en la lucha por la vida.


De fácil hablar y con una sorprendente disposición natural para integrarse a cualquier ambiente social, Rafael Soriano, no pone cortapisas al narrar que sus primeros pasos en el mundo del béisbol los realizó en algunos solares y montes cercanos a Boca Chica, junto a varios de sus amigos de infancia, a los cuales agradece la sonoridad de su nombre en Grandes Ligas y con quienes comparte cada vez que visita la República Dominicana.


El inquieto y multifacético pelotero, nacido en la comunidad de Los Llanos, San Pedro de Macorís, quien hoy exhibe el uniforme del poderoso equipo de Los Yankees de New York, con una naturalidad que asombra, es preciso al narrar que la primera vez que subió al montículo, en un estadio norteamericano, asumió su rol deportivo pensando que se encontraba en un play cualquiera de Boca Chica, donde aprendió a lanzar la pelota.


Resalta Soriano que hoy en día, como preparador de mesa, cada vez que realiza su trabajo, en cualquier escenario de las Grandes Ligas, acepta su responsabilidad con naturalidad pues siente que es una oportunidad para seguir desarrollándose humana y profesionalmente, pero siempre de la manera más transparente posible, al extremo de asegurar que tan pronto como tenga que recurrir al engaño abandonaría los estadios por respeto asimismo y a la fanaticada.


Al tiempo que mueve de manera cadenciosa su atlético cuerpo al compás de una salsa o un merengue, expresiones musicales que asegura baila con frecuencia, se define como un hombre poco pretencioso, solidario con sus amigos y sumamente familiar, al extremo de precisar que la mayor parte del tiempo lo disfruta en el seno de su hogar en donde no niega ser un adicto de las buenas telenovelas.


Expone que durante la temporada de Grandes Ligas su vida discurre entre los ejercicios, cuidados al comer, escuchar música, ver televisión, compartir con su familia y llegar puntualmente a los estadios a cumplir su compromiso deportivo, guiado por el interés de siempre hacer el trabajo lo mejor posible.


Al referirse a la comida que cotidianamente consume, Rafael Soriano fue franco al resaltar que en los primeros años de su carrera profesional sufrió mucho porque no le resultó fácil adaptarse a los alimentos de la mesa norteamericana y en consecuencia, tuvo que acelerar su aprendizaje en el dominio de los asuntos culinarios.


Subraya que en la actualidad las cosas han cambiado pues además de contar con el respaldo de su familia para preparar lo que se va ser llevar a la mesa, ha tenido la suerte de convertirse en un gran especialista del plato que generalmente apetece: el arroz blanco con un revoltillo de huevo.


Sostiene que es hora de que la gente interiorice que los profesionales del béisbol, como de cualquier quehacer social, son seres humanos, no robots, y por tanto, independientemente del dinero acumulado, sufren, lloran, padecen y una gran parte son felices compartiendo con las personas humildes en un ambiente sano, sencillo y pueblerino.


Al hacer referencia al dinero reportado por su trabajo, señaló que ha sido suficiente para cubrir sus necesidades básicas y las de su familia, al igual que bastante para de manera silenciosa poder realizar acciones solidarias a favor de sus amigos y allegados que no deben ser olvidados.


Al concluir nuestros diálogo, Rafael Soriano subraya que aun no aspirando a convertirse en un santurrón siempre entiende valioso compartir pues de esta manera se reproducen los logros y es por eso que, entre otras cosas, no descarta que próximamente aporte para que, en Andrés Boca Chica, vuelva a funcionar la Biblioteca Pública en beneficio de los niños, adolescentes y jóvenes de esa laboriosa comunidad.


Así, sencillamente, es Soriano, el dominicano nuestro, a quien conocí… Qué grande es ser pequeño..!!

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