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sábado, 7 de diciembre de 2013

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Mandela: verdad y reconciliación

Nelson Mandela tuvo muchos maestros en la vida. El más importante de todos fue la cárcel. Ingresó a los 44 años de edad, y salió de ella a los 71. Al respecto sus amigos afirman "entró un emotivo revolucionario y salió un mesurado estadista".
No era para menos, en la celda no había espacio para estirarse acostado. Era evidente que la cárcel de la Isla Robben, literal y figuradamente lo había moldeado: no había lugar para movimientos ni sentimientos superfluos, había que reducirlo todo: todo debía estar en su sitio.
Fue un hombre de honor, y el honor nunca se pierde, tan solo lo perdemos de vista. Lo ignoramos. El honor no se disipa, no se negocia, no se mitiga ni desvanece, se redimensiona. Mientras más caemos más significado tiene, mientras más le miras, más se fortalece.
Mandela, símbolo de la verdad, la libertad y la reconciliación, de unidad en la diversidad, de amor y transformación. De hacer posible lo que para muchos parecía imposible.
Inició su presidencia en un país dividido al que había que unificar, a esos fines en su gabinete incluyó opositores convertidos en aliados y "Boers" blancos pudieron servir junto a él a su nación.
Gobernó con una situación política y social muy compleja, en la que tomó la sabia decisión de optar por la conformación de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación para enfrentar los horrendos crímenes del apartheid, no sólo contra los negros, sino también contra los blancos.
Si entonces el Congreso Nacional Africano (CNA) hubiera insistido en realizar juicios al estilo Nuremberg para los líderes del anterior gobierno del apartheid, no hubiera sido posible una transición pacífica a la democracia, y si el gobierno que le antecedió hubiera insistido en una amnistía indiscriminada, las negociaciones se hubieran roto y desembocado en una sangrienta revolución. La Comisión para la Verdad y la Reconciliación fue un puente estratégico entre el pasado y el futuro.
En la Sudáfrica de la época, debido a la limitada capacidad de sus tribunales, los juicios se hubiesen prologado por tiempo indefinido y no se hubiese logrado la reconciliación. La verdad habría quedado enterrada y las víctimas sin honrada respuesta.
Entonces vino el inteligente compromiso: amnistía a cambio de verdad. Verdad con posibilidad de perdón. Perdón a cambio de disculpas y restitución. El perdón sólo lo puede dar la víctima, las disculpas los agresores y la restitución el Estado.
En mi libro Verdad y Reconciliación: Reflexiones para un Nuevo Contrato Social explico en detalle este procedimiento y su implementación en Sudáfrica.
Los trascendentales objetivos del proceso provocaron que en las principales carreteras del país se leyeran carteles que proclamaban:
- "Verdad, el camino a la reconciliación".
- "Reconciliación por el bien de esta nación".
- "Generosidad de espíritu".
- "Amistad donde hubo odio".
El legado de Mandela nos retrata la rica vida interior de uno de los héroes más importantes de nuestro tiempo. Nos conduce a comprender que nada trascendente sucederá afuera, si antes no sucede dentro. Nos conduce a comprender que la crisis de nuestro tiempo es de liderazgo y visión, y que una gran visión sólo se alcanza cuando caminamos hacia ella con sentido de misión.

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